Radio, jazz, música electrónica, astronomía, cine, televisión, solidaridad, medioambiente,... Son muchos los temas que hemos ido tratando en estas páginas a lo largo de los dos años y medio de vida de este blog; la mayoría centrados en los contenidos y propuestas de los programas de Radio Contadero, y muchos de ellos publicados gracias a la impagable colaboración de nuestro querido David "balhisay" Álvarez.
Pero sería insensato negar que no hemos sido capaces de generar un número atractivo de entradas, fundamentalmente por falta de entrega de la mayoría de los colaboradores de la emisora y por falta de tiempo de los pocos que hemos intentado mantener este blog. 175 artículos en 30 meses no es, desde luego, como para lanzar las campanas al vuelo. Por eso, en un nuevo intento de darle algo más de movimiento, voy a poner en marcha un artículo semanal de opinión con el título que encabeza este post: "La Filípica de los Lunes".
Bueno, ¿Y esto a qué viene? Muy sencillo; lo del Lunes porque durante el fin de semana es cuando puedo encontrar tiempo para escribir algo y colgarlo en el blog el día dedicado a nuestro satélite, y lo de Filípica en homenaje a uno de los más grandes oradores de toda la historia de la humanidad: Demóstenes.
Demóstenes nació en Grecia en el año 384 a.C. hijo de un rico fabricante de armas, pero quedó huérfano a los siete años, siendo algunos familiares los encargados de ser sus tutores y gestionar su herencia. Pero como quiera que se apropiaron del dinero y dejaron al futuro orador en la miseria, éste se marcó como objetivo llevarles a los tribunales para reclamar su fortuna. La ley ateniense establecía que cada cual tenía que actuar como abogado de su propia causa y por tanto dominar el arte del discurso y la elocuencia. El problema era que a Demóstenes casi no le salía la voz del cuerpo y, además, era tartamudo.
Pero lejos de amedrentarse, no sólo dedicó varios años a estudiar las leyes y aprender de los principales oradores de su época, sino que no se cansó de practicar gritando a pleno pulmón ante el mar borrascoso, como si estuviera delante de una multitud, para vigorizar su timbre de voz y, para colmo, con la boca llena de pequeñas piedras que le obligaban a esforzarse más aún a la hora de hablar, con el objetivo de controlar el tartamudeo.
Sobra decir que, además de vencer y convencer en los tribunales para que condenaran a sus tutores, acabó convirtiéndose en el máximo orador de la Antigüedad. Especialmente famosas son sus "Filípicas", una serie de tres discursos que pronunció contra Filipo de Macedonia, que por aquel entonces su afán imperialista amenazaba la libertad de las ciudades griegas. Con estas "Filípicas" Demóstenes consiguió la unión de aquellos apáticos Estados griegos, para hacer una defensa en común contra el macedonio. Aunque lo cierto es que no les sirvió de mucho ya que a pesar de que el rey Filipo tuvo algunos problemas para atravesar las Termópilas, finalmente ganó la guerra, pero, como decía Michael Ende en su "Historia Interminable", eso es otra historia y debe ser contada en otra ocasión...
Lejos de intentar parecerme al gran Demóstenes, simplemente trataré de acudir fielmente cada Lunes para compartir públicamente alguna que otra reflexión. Hasta la semana que viene.
Moisés Chacón
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